miércoles, 4 de junio de 2008 | |

Vasos Brujos (por Marcelo Dance)

(Pequeño cuento de ficción inspirado por los Marcos (que son Goyanos en lugar de alemanes, pero que igual tienen su valor, al menos para nosotros.))

Leopoldo era un niño de 8 años que vivía en el barrio 799 viviendas, más conocido como barrio “Las Torcazas” ubicado en la periferia de la zona sur de nuestra ciudad. Todos los días iba a su colegio, la escuela primaria Nº 22 “Carlos Alberto García Moreno” siempre por el mismo sendero.-
Camino a su escuela pasaba por la casa de la vieja Lucyfhera. Se decía que la vieja Lucyfhera (a quien llamaremos Lucy por razones de espacio) era una vieja bruja, de edad incalculable (120 años decían los más incrédulos, 462 decían los que sabían), tan mala y tan fea como mil demonios juntos, y en el barrio era más conocida con el mote de “La Gran Yarará”.-

Un día Leopoldo se detiene en la puerta de la casa de la vieja Lucy. Si había algo que Leopoldo no conocía era el miedo. Y le sobraba curiosidad como a cualquier niño de su edad.-

Tentado vaya a a saber uno por que extraña circunstancia, Leopoldo decide entrar a la casa de la vieja bruja. Superando en principio el hedor a suciedad corporal y a desechos humanos, Leopoldo se abrió paso en la casa de la vieja Lucy, con total decisión. Nada iba a detenerlo.
Guiado por un destino ajeno, se dirige a la cocina. Sobre la mesada ve un vaso de vidrio. Extrañamente limpio, con la marca de un whisky importado. Un lindo vaso, se dijo Leopoldo para sí.-

Sin meditarlo un segundo, Leopoldo tomó el vaso, no como un vil ladronzuelo, sino atraído como les decía por una energía y una excitación que lo superaban. Recuerden que Leopoldo no era más que un niño…
Salió corriendo de la casa de la vieja bruja y retomó el camino hacia el colegio, llevando el vaso en su mano y silbando alegremente.
Como le gustaba a Leopoldo ese vaso!!! Se podría decir que habían nacido el uno para el otro…

Esa misma mañana, y tres cuadras antes de llegar al colegio, Leopoldo se encuentra con Ricardito, que le pregunta que tiene en la mano. Leopoldo le dice que nada y esconde su vaso aferrado a su mano izquierda detrás suyo. - A Ver vó, mostráme!!! Insiste Ricardito- Que tené' ahí???- Nada , no tengo nada - le dice Leopoldo… -Sí vo’ tené un celular y se lo robaste a Marianita- No, bolú, te digo que no tengo nada… insiste Leopoldo mientras presiente lo que va a venir…

No conforme Ricardito, que no era más que otro niño travieso, empieza a forcejear con Leopoldo y el vaso cae, con tan mala suerte que cae sobre el pie derecho de Ricardito partiéndose sobre él y clavándose sobre el empeine, uno de los pedazos, un vidrio en punta de unos 5 centímetros de largo por 12 milímetros de espesor… Ricardito fue llevado al hospital, el pedazo de vidrio le rompió un tendón y atraveso una arteria, y los médicos no se explican como, pero el niño jamás volvió a caminar correctamente y nunca más le dirigió la palabra a Leopoldo…

Leopoldo siguió con su vida, y otra mañana, un par de semanas después, yendo al colegio y en el mismo lugar donde había ocurrido el encuentro con Ricardito, Leopoldo divisa un objeto brillante. Se acerca y ante su asombro, ve que es el mismo vaso de la vieja Lucy, tentador y resplandeciente como aquel día…

No puede ser, dice Leopoldo, si el vaso se rompió. Ñamembuí, Yo lo ví!!! E’ cosa e’ Mandinga!!! Movido otra vez por una fuerza superior que el no puede controlar, estira su mano para tomar el vaso, sin darse cuenta que en ese momento, una señora salía echando putas de su hogar en la bicicleta, apurada por no llegar tarde a su empleo de trabajadora doméstica por horas. Laopoldo no ve a la señora hasta que es demasiado tarde. La señora tampoco lo vé y es la que lleva la peor parte.

En su intento por esquivar al niño y cegada por una extraña luz que provenía del vaso que Leopoldo portaba en su mano, la señora gira hacia su derecha, con tan mala suerte que antes de caer en la zanja golpea con su frente en un poste de hormigón de la DPEC, desvaneciéndose. La señora murió instantáneamente. Fractura completa de parietal izquierdo con pérdida de masa encefálica.-

Tres meses más tarde, pleno invierno, Leopoldo que jamás abandonaba el conocido camino hacia su escuela, debe detener su marcha porque ve algo que ya a esta altura le parece increíble. En el mismo lugar del encuentro con Ricardito y la señora, en ese mismo lugar, aparece el maldito vaso de vidrio lanzando pequeños destellos de saturada iridiscencia en la semipenumbra…

La tentación vuelve a ser grande para Leopoldo ya que cada vez que el niño se encontraba con el vaso de la vieja bruja, no podía controlarse. Algo… un ente, una energía superior, un Teletubbi, el espíritu de “Santa Cachimba”, algo…lo dominaba y el ya no era dueño de sus actos…

Toma el vaso y se queda contemplándolo mientras los primeros rayos de sol se hacen fuertes en esa tibia mañana de julio. Un niño que no conocía el miedo, pensaba en su frágil comprensión de los inexplicables sucesos de la vida, que nada podía temer…

Por la calle Lucho González, dando vuelta la esquina venía el colectivo de las 7:32; ese mismo colectivo de la línea “B” que de noche no entra al barrio y que lo deja a Leopoldo y a su madre cuando viajan, en la otra punta, en el Bº Pando, a tan solo 72 cuadras de su hogar…

Encandilado el chofer por el incipiente sol que parecía cobrar vida en el extraño objeto que el niño que acaba de ver tiene en su mano, solo atina a pegar un giro para no atropeyar a Leopoldo, con tanta mala suerte que el colectivo rompe su eje delantero, vuelca, se incendia y mueren instantáneamente los 12 ocupantes más el chofer carbonizados, sin que los bomberos que llegaron en apenas 15 minutos pudieran hacer nada…

Jamás se volvió a ver en nuestra ciudad a Leopoldo ni a su inseparable vaso robado de la casa de la vieja bruja…

(comentado en La Roca el 6 de julio de 2006)

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