viernes, 13 de junio de 2008 | |

Attis y Cibelis (por Marcelo Dance)

Ya en tiempos imperiales, los romanos tenían al menos dos santuarios para adorar a estas deidades frigias (dije frigias y no frígidas). Los frigios eran los habitantes de un antiguo país del Asia menor donde, entre otras cosas, se inventó el bonito gorro que adorna nuestro escudo nacional, llamado precisamente “frigio”.
El que le habían dedicado a Attis estaba ubicado en el monte palatino y era el centro de las celebraciones públicas dedicadas a estas figuras sagradas importadas de Anatolia, en la época republicana (recuerden que los romanos tenían la costumbre de apropiarse de dioses de países que invadían y después les hacían creer a los propios habitantes de esos países que esos dioses eran creación de los romanos).
El templo de Cibeles se alzaba en la colina vaticana, en el mismo lugar donde habría de instalarse, siglos después, la Basílica de San Pedro.
En tierras de Pérgamo se adoraba a una piedra negra que era la representación de Cibeles. Esta piedra fue traída a Roma e incrustada en una imagen de plata de la diosa, primero adorada en santuario ajeno, y luego en el propio, santuario que era cuidado por un sacerdote y una sacerdotiza frigios. Como suele suceder en estos casos, el pueblo comenzó a atribuirles milagros y a asumir el mito que la hacía responsable de haber proporcionado a Eneas (aquel que se había escapado de Troya cuando se generó el enorme incendio) la madera necesaria para construir los barcos que le permitieron huir de la mencionada ciudad.
También en Pérgamo se encontraba la tumba de Attis, quien se hallaba reposando desde tiempos inmemoriales. Attis era un Dios de orígen agrario, y se decía que de su cuerpo incorrupto, seguía moviendo un dedo meñique y que le seguían creciendo los cabellos…
El féretro de Attis fue llevado también a Roma acompañando la piedra de Cibeles, y esto provocó que el culto a ambas divinidades se hiciera uno solo, y surgió el mito que las asoció a partir de ese momento en adelante, simbolizando ocultamente unos conocimientos religiosos que unían la devoción popular a revelaciones de carácter espiritual y trascendente, que solo podían reconocer aquellos iniciados en las verdades del conocimiento superior, conocimiento logrado a través de un secreto proceso de iniciación impartido por quienes los mismos dioses habían designado como sus representantes… En síntesis, puro verso para justificar dos nuevas deidades romanas, con el consiguiente truibuto impositivo cobrado por el imperio y venta de merchandising en la puerta del santuario que le dá de comer a unos cuantos romanos disfrazados de frigios (les resulta familiar, bien…)
La historia que se inventaron los romanos para relacionar estas dos deidades que aparentemente no tenían nada que ver, fue la siguiente:
Una tarde de verano en la montaña, el dios Zeus que andaba caliente como negra en baile, quiso poseer por su cuerpo a Cibeles. Pero esta logró esquivar la bayoneta de Zeus, y el producto de su eyaculación fue a caer sobre una piedra. De esta fecundación (sí, de una piedra fecundada) habría nacido Agditis, la deidad primigenia del monte Agdos.
Agditis era una entidad libidinosa, demoníaca, personificación sagrada del furor sexual. Nacido hermafrodita, sus apetitos sexuales se dirigían por igual a hombres y mujeres, por lo que los dioses olímpicos al ver semejante desmadre, dijeron: no, momentito… vamo' a parar un poco la mano… y decidieron castrarlo, cuando menos para aplacar su lujuria…
Mientras Agditis dormía, los dioses lo ataron a un árbol justamente por esa parte del cuerpo que los hombres cuidamos tanto, cosa que al despertarse y moverse, las mismas cuerdas le arrancasen su aparato reproductor…
La sangre vertida por Agditis se filtró en la tierra e hizo nacer un almendro, de cuyo fruto comió Cibeles y quedó preñada de Attis, que se convirtió en un lindo guacho que atrajo inmediatamente los deseos de Agditis, que había quedado como eunuco de harém, pero que seguía vivito y coleando… (Háganle caso chicas a las mamás cuando les dicen que no coman muchas almendras o nueces en las fiestas porque pueden quedar embarazadas…).
Attis como se imaginarán rechazó las indecentes propuestas de Agditis, y manifestó sus intenciones de contraer matrimonio con la hija del Rey Midas de Pesinonte.
Despechado Agditis, dijo: Así que te me hacés rogar, Attis?!?!?! Mirá lo que tengo para vos…Y con un cuchillo de obsidiana, lo castró y en este caso sí, el Dios Attis murió desangrado.
El cuerpo fue recogido amorosamente por su madre, Cibeles, para que jamás se descompusiera, mientras la frustrada esposa se cortaba los senos, muriendo también desangrada, y de cuya sangre nacieron las violetas…
El pueblo se entregaría al dolor por la muerte de su Dios sacrificado y a la esperanza de su resurrección primaveral gracias a la intervención milagrosa de la Gran Madre.
La divinidad de Attis, este Dios agrario, fue exaltada en diversos cultos a la función de portadora del conocimiento del secreto mejor guardado, el de la inmortalidad…
Por lo tanto esto cierra la estructura del esquema de una religión salvadora capaz de dar respuesta a la primera inquietud de la humanidad en su angustia ante el misterio que ha constituido una inquietud común a todos los mortales, la que constantemente y en todos los rincones del planeta ha conducido a la invención de todas las formas religiosas: me refiero obviamente a la inmortalidad.

(Comentada el 22/11/06 en La Roca)

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