miércoles, 4 de junio de 2008 | |

Tu hermana bailando un Tango (por Marcelo Dance)

Viajar en el transporte público de nuestra querida ciudad, no es para cualquiera. Convengamos que no es tarea fácil. Hay que tener el coraje y la desición de un templario camino a tierra santa. Y no lo digo por el costo, que de no ser por el estado deplorable de algunas unidades, podría considerarse hasta económico, sino por la posibilidad de vivir aventuras que rayan el mejor surrealismo mexicano de André Bretón o las películas del español Luis Buñuel...

La cosa es que siendo aproximadamente las 18:30 pasadas, y después de aguardar unos pocos minutos de espera (reconozco que a veces me ha tocado esperar por casi una hora), aparece sobre la calle José Gómez a la altura de una famosa panadería céntrica una unidad de la Línea “A”. Bien, me dije, no va a dar tantas vueltas y me va a dejar directo en el barrio. En 10 minutos estoy en casa...

Pero fué grande mi sorpresa, ya que al subir me dí cuenta que había entrado en otra dimensión. El colectivo había sido invadido por una horda de esos locos bajitos (como los describe Serrat, que se le nota que nunca fué padre) y en este caso puntual parecían un escuadrón suicida de Al-Qaeda o un comando chiíta en pleno acto de auto-inmolación...

La primera sensación fué auditiva: Un estruendo provocado por el griterío infernal que emulaba una docena de critters en celo a punto de procrear...

Mientras me iba abriendo paso entre los escuincles de entre 6 y 8 años, empujando como en un scrum de rugby, veía a un rubiecito de peinado alborotado (una especie de Mick Jagger del 62) que era sacudido de una fila a otra de asientos por dos nenas que le tiraban de su peluca mientras gritaban a vos en cuello: TE CALLAS!!! a lo que Micky (vamos a llamarlo así) respondía con un: “Tu hermana bailando un Tango”, frase que a la primera oída me obligó a soltar una risa, pero que después de oirla unas 40 ó 50 veces, ya me empezó a fastidiar como alguna de esas cumbias desafinadas de Los Continuados o cualquiera de esos engendros musicales...

Mientras me acomodaba aferrado al caño del medio a la altura de la rueda trasera, veo que hay un asiento vacío en la fila del fondo junto a unas nenitas que portaban lanzamisiles o fundas de palos de hockey (vaya Dios a saber...) y me arrojé en palomita como si fuera Martín Palermo recibiendo un centro de Rodrigo Palacio...

Por unos minutos las voces se repetían como en una especie de Loop interminable. Una reiteración que asemejaba un mantra tibetano, pero con el monasterio infestado de monos aulladores que saltaban por sobre las cabezas de los monjes (en este caso los desprevenidos pasajeros)...

Ya alejados del centro, las calles iban pasando con el contínuo traqueteo propio de los colectivos que se mueven por calles de tierra, y mientras algunas personas bajaban con una cara que mezclaba alivio, confusión, resignación y terror, los pequeños asesinos de tímpanos ahora con más espacio físico seguían sacudiéndose como en un pogo de Divididos en Obras...

Debo reconocer que el colectivero, un señor ya mayor que evidentemente debe ser sordo, autista o ambas cosas a la vez, soportaba la situación estoicamente, sin que se le moviera uno de los pocos pelos que le quedan en la cabeza... Notable, me dije... porque si esto pasaba en Buenos Aires, no dudo que el colectivero hubiera agarrado un fierro o el matafuegos y los hubiera corrido por todo el colectivo...

Pero gracias a Dios no vivimos en Buenos Aires, vivimos en Goya... y acá los señores que manejan las unidades de transporte público son muy considerados y atentos... Y jamás se les ocurriría hacer una cosa semejante... Dejar en cerebro en casa antes de salir a trabajar en algunos casos tiene sus ventajas...

Pero nunca falta una persona que se quiera hacer notar. En este caso, una señora, morocha, de unos 30 y pico, buen lomo, muy linda mujer (y eso que yo en materia de belleza femenina soy bastante riguroso), se animó ya sobre el estribo, casi descendiendo, a increpar al comando talibán de pequeñines con un: “Pero ustedes, quienes son?” a lo que Mick respondió como no podía ser de otra manera: “Tu hermana bailando un Tango” y la señora ya abajo e iniciando el camino hacia su hogar se dió cuenta que había menos diálogo con estos fundamentalistas de la infancia que el que tienen los Ruralistas con el Gobierno...

Algunos y algunas de ustedes pensarán que estoy exagerando. Pero les digo, que he escuchado hasta el cansancio decir que acá en Goya no pasa nada, que todo es igual... que la vida es aburrida, que siempre es lo mismo...

No se crean, suban a un transporte público de pasajeros y verán que las aventuras están a la vuelta de la esquina, o como decía el exitoso teleteatro de los años 70’s en un mundo de veinte asientos...

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