sábado, 18 de octubre de 2008 | |

Telarañas mentales

Un ser humano es aquello que piensa. Pero, ¿que pensamos? ¿Hasta qué extremo son ordenados nuestros procesos mentales? ¿Hasta que extremo son directos nuestros pensamientos? ¿Y hasta qué extremo son limpios?
Hay ciertas telarañas mentales que confunden los pensamientos de casi todo el mundo, incluso los de las mentes más brillantes.
Nuestros pensamientos se enredan en estas telarañas. A veces tenemos unos hábitos indeseables y queremos corregirlos. Y a veces sentimos una fuerte tentación de obrar el mal.
Y después, como un insecto atrapado en la tela de una araña, luchamos por librarnos de ella. Nuestra voluntad conciente se halla en conflicto con nuestra imaginación y con la voluntad de nuestro subconciente.
Cuanto más luchamos, tanto más atrapados nos sentimos. Algunas personas se dan por vencidas y experimentan los conflictos mentales de un infierno viviente. Otras aprenden a extraer y a utilizar las facultades del subconciente a través de la mente conciente. Y lo consiguen...
Con una actitud mental positiva podemos evitar las telarañas mentales. Podemos eliminarlas. Podemos barrerlas en cuanto empiecen a desarrollarse. Por lo tanto si alguna vez quedamos atrapados, esto no significa que sea para siempre, podemos librarnos. Y podemos seguir siendo libres.
Una de las telarañas de nuestra mente consiste en suponer que actuamos sólo movidos por la razón, cuando lo cierto es que todo acto conciente es el resultado de hacer aquello que queremos hacer. Adoptamos decisiones.
Cuando razonamos, mostramos tendencia a llegar a conclusiones favorables a los profundos impulsos internos de nuestro subconciente. Y esta tendencia se da en todo el mundo... Incluso en los grandes pensadores y filósofos.

Para ejemplo aquí va una historia:
En el año 31a. D.C., un filósofo griego que vivía en una ciudad del mar Egeo quiso ir a Cartago.
Era maestro de lógica; por consiguiente, analizó las razones en contra. Por cada razón favorable, había muchas más razones que desaconsejaban el viaje.
Como es natural, se marearía. El barco era tan pequeño que una tormenta tal vez pusiera en peligro su vida. Los piratas a bordo de rápidos veleros estaban al acecho en aguas del Trípoli, dispuestos a saquear los barcos mercantes.
En caso de que el barco fuera apresado, los piratas le despojarían de sus bienes y a él le venderían como esclavo.
La discreción le aconsejaba que no emprendiera el viaje. pero lo emprendió. ¿Por que? Porque queria hacerlo.
De hecho la emoción y la razón tendrían que estar equilibradas en la vida de todo el mundo. Ninguna de las dos debiera prevalecer.
Por consiguiente, a veces es bueno hacer lo que se quiere en lugar de hacer aquello que teme la razón. En cuanto al filósofo... tuvo un viaje muy agradable y regresó a casa sano y salvo.

(Comentado en "Curiosa Noche" el 02/04/08)

2 comentarios:

pelicanopitekus dijo...

El "TranSantiago" es un buen transporte para filósofos...
Saludos.

Marcelo Dance dijo...

Debe ser interesante viajar en él, amigo Pitekus...