domingo, 26 de abril de 2009 | |

Cómo hacerse un café un domingo a las nueve de la mañana habiendo dormido una hora y media

(Es sábado a la noche, en un rato estarás saliendo para el boliche (antro) favorito y es probable que estas recomendaciones te sean de mucha utilidad dentro de unas pocas horas)
Lo primero que hacés ni bien te despertás, es agarrar el sachet de leche y lo llevás a la cocina donde está el microondas y la heladera.

Te das cuenta de que no llevaste la taza, así que vas hasta la alacena que está en la pared de enfrente de la cocina y la agarrás.
La limpias porque ayer se te olvidó lavarla (ah, pequeñ@ cerdit@)

Te das cuenta que no te has traído el café. Así que vas hasta el mueble de dos puertas del comedor goteando todo el pasillo de agua y echás el café y el azúcar en la taza.
Como aún estaba algo mojada en el fondo se crea un conglomerado de Nescafé y azúcar que empieza a dar pena.

Echás el poco de leche que quedaba en el sachet abierto. Te preparás para abrir el nuevo sachet. Te das cuenta que tiene ese sistema Abre-Fácil-Corte-Por-La-Línea, pero tus dedos no tienen la fuerza que solían tener. Escuchas una voz que te dice que estás viej@. Volvés con el sachet en busca de unas tijeras.
Cortas el Abre-Fácil-Corte-Por-La-Línea con una media sonrisa (¿ahora quién es el que se ríe, eh? maldito bastardo?)

Volvés con el sachet abierto por el pasillo pensando que un apretón de envase o un traspié podría ser mortal. Llegás y verificás que lo que hay en el fondo de la taza ya es cemento Portland.

Llenás la taza y calentás durante un minuto en el micro.

Sacás la taza y te das cuenta que la taza está tibia.

La calentás otro minuto.

Te llaman por teléfono y mientras intentas sacar la taza. Te quemas. Te acordás automáticamente de la entrepierna de la lora.

Llegas a tu mesa y reís malévolamente pensando que es el principio de tu plan para dominar el mundo.

(Comentado en "Curiosa Noche" el 03/04/07)

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