sábado, 23 de mayo de 2009 | | 1 comentarios

Los templarios habrían vivido en Río Negro

Un grupo privado de investigadores halló objetos relacionados con la desparecida orden religiosa en un fuerte construido 600 años atrás en el golfo San Matías. De confirmarse su origen probaría que hubo europeos en América antes de la llegada de Cristóbal Colón. El fuerte era uno de los tres asentamientos secretos de estos monjes guerreros en la costa argentina. Se sospecha que, en su huida de la Inquisición, también trajeron el Santo Grial, cáliz sagrado en el que José de Arimatea recogió la sangre de Jesús tras su crucifixión.
Una hipótesis fundamentada
El artífice de la hipótesis que asegura que los templarios llegaron a América antes que Colón se llamó Jacques de Mahieu, un investigador francés que vivió en la Argentina y fundó el Instituto de Ciencia del Hombre de Buenos Aires.
Según Mahieu, los templarios estaban capacitados para llegar a América gracias a la gran flota naval que poseían en el mar Mediterráneo, que rivalizaba con la veneciana y con la que habían logrado el monopolio de los transportes entre Europa y Oriente Medio.La Orden poseía importantes puertos, no sólo en el Mediterráneo sino también sobre el Atlántico, como el de La Rochelle, desde el que se cree que podrían haber partido las naves que llegaron a las costas patagónicas hace más de seiscientos años.
Otro argumento que utiliza Mahieu para defender su teoría era el inmenso acopio de monedas de plata que los templarios hicieron durante los siglos XII y XIII para construir más de 150 iglesias góticas, ochenta de las cuales fueron catedrales. Según el historiador francés, la plata era un mineral imposible de conseguir en tales cantidades en Europa, por lo que dedujo que el mismo podía ser traído desde América, en donde abundaba.
Hombres con cruces rojas inspirados en voces divinas, manos que empuñan aceros en forma de espada; salmos y estandartes; monjes y caballeros. Vienen del mar, montados en barcos de enormes velas blancas; huyen de hogueras, martirios e injusticias; llegan a playas remotas, que aún no han sido imaginadas por reyes y papas. Traen sus secretos, listos para morir con ellos.
La historia oficial cuenta que Cristóbal Colón con sus tres carabelas descubrió América en octubre de 1492. Sin embargo, existe una teoría que asegura que Don Cristóbal no fue el primero, que antes de él hubo otros. ¿Otros? Según Jacques de Mahieu los primeros europeos en llegar al continente americano fueron los templarios, mítica orden de monjes-guerreros creada en el año 1118 y perseguida por la Inquisición en los comienzos del siglo XVI.Esta hipótesis, para muchos descabellada, parece haber encontrado su primera base real y científica en un descubrimiento arqueológico hecho recientemente en Río Negro por un grupo de investigadores argentinos llamado Delphos. Este equipo halló, en un sitio costero cercano a la ciudad de San Antonio Oeste, un tótem de medio metro de altura y un enorme bloque de piedra tallado con una cruz cristiana, símbolos que habrían pertenecido a miembros de la orden templaria y que tendrían seiscientos años de antigüedad.
"Trabajamos sobre la hipótesis de que en la zona patagónica habrían existido poblaciones habitadas por caballeros de la Orden del Temple", señala el ingeniero Fernando Fluguerto Martí, quien encabezó el grupo que halló ambos objetos en los alrededores de un lugar conocido como El Fuerte, una meseta de 150 metros de altura ubicada sobre el mar, en la zona del actual golfo San Matías.
Según Martí, en este sitio los templarios habrían construido un fuerte que ocuparían durante varios siglos antes de abandonarlo tras la llegada de los españoles.
"Los pobladores de la zona dicen que la meseta se llama así precisamente porque alguna vez allí existió un fuerte", dice Fluguerto Martí.

De fuertes y mapas
El fuerte del que habla Martí no figura en ningún mapa español. Sin embargo, una carta geográfica realizada en 1865 por el francés Juan Antonio Víctor Martín de Moussy -que había sido contratado por el gobierno de Justo José de Urquiza-, ubica en la zona del golfo un punto al que denomina como Viejo Fuerte abandonado (Ancien Fort abandoneé, en francés)."Además del mapa de Moussy, hay otros nueve planos hechos por ingleses y franceses, en donde figura la fortificación, lo que deja en claro que realmente existió", informa el ingeniero Martí.
Ahora bien, ¿por qué no figura el fuerte en los mapas españoles? "Los trabajos de los españoles necesitaban casi siempre la autorización de la Iglesia, la misma que acabó con la existencia de los templarios en Europa en el siglo XIV, durante la Inquisición", relata el investigador, tratando de dar una explicación al olvido hispano.
De los objetos hallados por el grupo Delphos, hay uno que no deja dudas acerca de su vinculación con la Orden del Temple.
"El pequeño tótem que encontramos es una figura de tres partes llamada el árbol de la vida, que representa los tres niveles de la existencia (espiritual, humana y demoníaca) y que era uno de los símbolos más usado por los templarios", afirma Fluguerto Martí.El ingeniero llegó por primera vez a la zona del golfo San Matías en diciembre de 1997, tras interpretar un viejo texto de autor anónimo titulado El alto libro del Grial, en el que se detalla el extraño viaje de un navegante medieval desde las costas de Gales hasta unas tierras desconocidas.
"De la lectura del relato deduje que el sitio al que podía haber llegado aquel barco estaba ubicado en alguna parte de las costas patagónicas. A partir de esta hipótesis empecé a buscar un lugar que geográficamente concordara con la narración y fue así que me encontré con El Fuerte", dice.

Ciudades secretas
En los comienzos del siglo XIV, a doscientos años de su creación, los templarios se habían convertido en la orden militar más poderosa de toda Europa, al punto de tener acorraladas económicamente a varias de las más importantes monarquías, a las que había hecho varios préstamos de dinero.
Fue por ello, entre otras cosas, que el rey francés Felipe IV decidió acabar con el grupo, ayudado por el papa Clemente V. Entre ambos persiguieron a los templarios, los condenaron por blasfemos y terminaron disolviendo la orden en 1312, en el Concilio de Vienne.Ante esta persecución, según Fluguerto Martí y el grupo Delphos, varios caballeros utilizaron la poderosa flota que poseía la Orden para huir con rumbo oeste, hacia las costas americanas, donde no podían ser alcanzados por el papa Clemente ni por el rey Felipe."La flota partió del puerto francés de La Rochelle, que queda sobre el Atlántico, y habría llegado al sur del continente, en donde se habrían levantado tres ciudades fortificadas: una en las costas del Chubut, otra en el golfo San Matías y otra sobre el Pacífico, en la zona de Osorno, Chile", asegura Fluguerto Martí.
Estas tres ciudades serían la que en la mitología americana se conocen como las ciudades de los césares, las míticas poblaciones a las que hacían referencia los indígenas, cuando los españoles arribaron para la conquista del Nuevo Mundo.
"Nunca se pudo saber si eran o no ciertas aquellas leyendas sobre las ciudades de los césares, fundamentalmente por la inexactitud de los datos que aportaban los indios a los primeros conquistadores. Yo creo que esa inexactitud no era casual, sino que estaba relacionada con un pacto que habían realizado los aborígenes y los integrantes de la orden, que no querían entablar contacto con los conquistadores", explica el investigador.
Para sostener esa idea, Fluguerto Martí indica que "inclusive, estas tres ciudades fueron abandonadas voluntaria y organizadamente a la llegada de los españoles. Tal vez por eso poco y nada se sabe de ellas, más allá de las leyendas".
Mapas que muestran fuertes abandonados, hombres de cruces rojas en ciudades fantasmas, voces que susurran desde la sombra del tiempo, más allá de las versiones oficiales. La de Colón y sus tres carabelas.
(Fuente: Diario Clarín)
(Comentado en "Curiosa Noche" el 10/04/07)

martes, 12 de mayo de 2009 | | 0 comentarios

El Bambú japonés de Alex Rovira Celma

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de una buena semilla, buen abono y riego constante.
También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada, apurándola con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas: "¡Crece de una vez, maldita seas!"

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes. Siembras la semilla, la abonas y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable.
En realidad, no sucede nada apreciable con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas, la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!

¿Tardó sólo seis semanas en crecer?
No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

"En la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados a corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando estaban a punto de conquistar la meta".
(Comentado en "Curiosa Noche" el 09/04/07)